Time
Dicen en un comment de un blog que he leído que para ver una peli de Kim Ki Duk hay que tener un día “voy a ver una peli de kim ki duk”. Y es posible, yo hoy lo tenía. El azar hacía que se demorara el momento, y hoy era el día. Uno de los mejores directores actuales cuando lo que uno necesita es mirarse un poco hacia adentro (y no estoy hablando precisamente de mirarse el ombligo). Time, la última peli de este coreano que nos ha regalado ya varias joyas que se encuentran entre las películas que más me han llegado (mi favorita, Primavera, Verano, Otoño, Invierno... y Primavera), nos habla de cómo afecta el paso del tiempo a las relaciones. De cómo nuestra inseguridad mal manejada nos puede llevar a hacer las mayores barbaridades cuando tememos perder al otro. Esta magnífica metáfora nos cuenta cómo los amantes se buscan sin encontrarse, en medio de potentes imágenes evocadoras salpicadas de belleza, aunque en esta ocasión (como ocurrió en su anterior película Hierro 3) también de violencia. Imborrable el recuerdo de la isla de Mo, y su parque de esculturas, donde el artista Lee II-ho nos ha volcado todo su mundo erótico-afectivo completamente fusionado con la naturaleza.
Porque a menudo acariciamos el sueño de que el encuentro dure para siempre. Y he aquí que el encuentro entre seres humanos es más probablemente la excepción, y que la norma es el desencuentro aderezado aquí y allí de encuentros. Lo que hoy es equilibrio, entendimiento, conexión, mañana es desequilibrio y tensión. Ni siquiera el “equilibrio inestable” del que habla el título de un libro de una buena amiga nuestra es representativo de lo que sucede la mayor parte del tiempo. En el amor, 2+2 hoy da 4, pero mañana no. Hoy te miro a los ojos y siento que podría seguir haciéndolo sin descanso durante el resto de mi vida, y mañana no te aguanto porque no has recogido las migas de la mesa. El amor es un pez naranja que se escurre entre mis dedos. Me fascina. A veces lo toco, lo siento entre mis dedos, lo acaricio. Pero otras veces el pez va más rápido que la mano o viceversa. Como mi radio que ayer dejé tan bien sintonizada y hoy cuando vuelvo a encenderla ya se perdió entre las ondas mi emisora favorita. A la pregunta que se formulan en la peli “¿puede el amor durar más de 2 años?” habría que añadir “¿es posible perpetuar el encuentro entre dos seres humanos?”, que viene a ser lo mismo pero poniendo el acento en el contacto. Reconozco que a pesar de mi optimismo innato, todavía no tengo respuesta.
Un buen instrumento para observar el fenómeno, desde mi punto de vista, es contemplarlo/contemplarnos /contemplarme desde la distancia. La distancia oxigena y repara, permite que cicatricen heridas y se asimilen las torpezas propias y ajenas. Como dijo Octavio Paz, y también plagio vilmente de otro blog...
“...para que pueda ser he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia,
no soy, no hay yo, siempre somos nosotros...”