viernes, 20 de febrero de 2009

Cayendo del guindo



La vida nos enfrenta cada día de bruces con la realidad. Se asfixia el rey del pop, el que quería ser forever young mientras pierde su piel metamorfoseada y saca a subasta su parque temático. Los aprendices de capitalista se lamentan de haber caído en la trampa mientras los usureros cierran las puertas y los patronos reclaman la gratuidad del despido. En las calles los hombres de azul completan su cupo diario de inmigrantes que empaquetarán de vuelta a la casa que nunca tuvieron. Bajan los precios y la prensa se estremece, sin embargo en la televisión la dignidad de los perdedores en prime time se revaloriza. El temblor de los corruptos eclipsa la otra debacle. En el bosque de los inmaduros nos ciega la hojarasca. Alguien me recordó que el ego nos puede cegar e impedirnos ver lo que la vida nos está pidiendo a cada momento. El viernes se hace duro en el despertar y en el lastre que nos deja la semana. El viento helado de la mañana me sacude y el rozamiento de la planta de los pies con el suelo me recuerda que estoy vivo. Creímos que la vida era otra cosa y era esto.

Fotografía: Josef Sudek

domingo, 1 de febrero de 2009

“Joer que si te quiero...”



Eso me ha dicho cuando le he preguntado. Y es que ha vuelto con nosotros la señora de la foto. No sé si por unas horas, si alcanzará unos días, no sé cuánto tiempo se quedará. Desde su país de memoria secuestrada en el que los minutos se van borrando conforme transcurren y sólo permanecen los años lejanos, ha vuelto esta dama y nos ha sonreído, nos ha amado, ha despilfarrado afectos y sorna de la suya. No sabemos cuánto durará su visita, cuándo volverá a su mundo sin matices ni detalles, cuando perderá de nuevo la fortaleza de sus manos que han vuelto a apretar las nuestras, la tensión de los labios que nos han besado, la lucidez para identificar la correspondencia entre caras y personas, para recordar los últimos instantes vividos, para mantener la esperanza en mañana. Estos momentos de ternura y de reencuentro con la persona nos han llenado de alegría, en mitad de la tristeza del camino de la despedida por el que caminamos. Ojalá pudiera devolverle todo el amor que me ha dado.

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