miércoles, 20 de junio de 2007

Deseo (III): Promiscuidad



Infiero, a partir de algunos comentarios como el último de Quijote, que alguien lee este blog, así que hago un esfuerzo por superar mi pereza y de abstraerme de motivos varios que me tienen entretenido últimamente, y trataré de plasmar algunas palabras como siempre a mitad de camino entre la reflexión y el petardeo (a menudo no tengo claro dónde colgar los posts, si aquí o en el rincón petardo...).

Anoche charlaba con Vulcano, Nat, J.H., Miguel y otros amigos acerca de lo que considerábamos promiscuidad. A alguno se le escaparon los juicios, aunque lo que a mí más me sorprende es lo ambiguo y lo relativo del término. Se supone que los gays son promiscuos mientras que las lesbianas son absolutamente fieles, y los varones heteros no son promiscuos aunque querrían serlo, y las mujeres heteros son absolutamente fieles... Bueno, más allá de tópicos, para poder discutirlos era necesario definir a qué nos referimos con promiscuidad. Para la Real Academia de la Lengua, que no se moja nada, “promiscuidad” tiene dos acepciones:

1. f. Mezcla, confusión.
2. f. Convivencia con personas de distinto sexo.

Aunque aquí nos referimos a la variante sexual del término, sin que tenga lugar convivencia, únicamente intercambio sexual, la cuestión está en saber con cuántas personas debo realizar intercambio sexual (o mezclarme/confundirme utilizando los términos de la RAE) para que me califiquen como promiscuo. Y además, especificar en qué periodo de tiempo. ¿Debo sumar todas mis parejas sexuales desde que perdí la virginidad? ¿O calcular la media mensual durante el último año? ¿Las orgías o los tríos, en caso de se hayan dado, puntúan más? Algunos consideran que han tenido épocas más promiscuas que les han ayudado a encontrarse. Otros consideran que han concentrado la promiscuidad en una noche de sauna. ¿Y la monogamia serial que practican muchos heteros, gays y lesbianas... es promiscuidad? Más allá, ¿la promiscuidad es un estado o una cualidad de la persona?



Al final, cuantas más preguntas me formulo, menos respuestas tengo. De lo que no cabe duda es de que la experiencia no es comparable cuando procede de una sola pareja. La perspectiva del encuentro se amplía cuando uno ha sido capaz de verse en múltiples escenarios y con diferentes interlocutores. Todos van haciendo aflorar una parte de uno que va completando el puzzle que le permite ir sabiendo quién es, qué quiere, a quién desea, cómo pretende desear, cómo pretende ser deseado. En este sentido, la mezcla o confusión que propugna la RAE podría, aunque no siempre, ser parte del camino que al final permite mayor claridad, perspectiva, conocimiento, además de placer, obviamente. ¿Existe entonces la posibilidad de una promiscuidad saludable, ordenada, controlada, enriquecedora?



Fotos: Spencer Tunick

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