Frívolos
Este verano nos hemos convertido en unos frívolos. No sé si el proceso de inmersión en la frivolidad ha sido gradual o lo hemos hecho de forma brusca, el caso es que la supuesta ausencia de noticias que conlleva el periodo estival (que yo no termino de creerme) ha llevado a los medios a construirnos una realidad paralela que, de tanto verla, oírla y leerla en televisión, en la radio y en los periódicos, a acabado por parecernos normal y lo que es peor, la estamos haciendo nuestra. Los sucesos han sustituido a la política, nada como un terremoto, un incendio o una inundación para llenar minutos de imágenes espectaculares de devastación y que en una semana habremos olvidado por completo. En los días posteriores a la catástrofe interesará muchísimo la reconstrucción de lo quemado, inundado o desmoronado, pero en un mes nadie se preocupará por seguir si los fondos enviados se emplearon bien o si existe
algún proyecto a medio a largo plazo más allá de cubrir las necesidades urgentes. Nos interesa oír cómo va creciendo el número de muertos en el hogar, en la carretera o en Irak, pero desde un afán puramente estadístico que nos han trasladado nuestros políticos. Los periodistas sensacionalistas están perdiendo todo resto de pudor, si es que les quedaba algo, y se diluyen las diferencias entre los telediarios de los distintos medios, y estos y los programas "del corazón" cada vez son más una misma cosa. Ya nadie se detiene a la hora de obtener una declaración de un vecino, de cualquiera que pasara por allí, y hasta del perro, por qué no. Y si es posible vamos a sacarle unas palabras a la víctima, al asesino, al protagonista. Por supuesto se ensañarán más con los más indefensos. Todavía recuerdo con vergüenza las declaraciones arrancadas en el portal de su casa a la madre analfabeta que se fue de copas y dejó a su bebé olvidado, intentando justificar ante España su comportamiento en el telediario de la primera. En esta carrera por llenar minutos de pantalla no importará por qué alguien es famoso, si sabe o no de lo que habla o tiene alguna autoridad moral para pronunciarse, la agresividad o el grado de mal gusto con el que se exprese... Pasaremos de los muertos a la tomatina y del campesino que ve cómo se están quemando sus tierras al último desnudo o polvo robado. Al final, lo importante es quedarse siempre en la superficie, igualando todo y transformándolo en anécdota, lo que nos permite saltar de un tema a otro sin la más mínima implicación, covirtiendo miserias, desgracias y chascarrillos en puro entretenimiento.
El suceso del futbolista fallecido en Sevilla y la manera en que los medios lo han gestionado ha terminado de dejarme estupefacto. De la noche a la mañana se ha construido un héroe nacional y casi un mito. Hace unas décadas eran necesarios años para construir un mito a partir de un actor de cine o un cantante muerto en accidente de tráfico o a causa de una sobredosis. Sin embargo hoy en 4 días de agonía da tiempo a construir escenarios donde albergar homenajes y programar funerales casi de estado para el héroe. El día que perdemos a uno de nuestros grandes escritores tras una premiada y prolífica carrera España llora a un jovencísimo deportista que ha fallecido fortuitamente. Y el llanto es real. Esta catarsis colectiva se contagia fácilmente, basta con ver cinco minutos de imágenes de una ciudad coreando lemas futbolísticos o llorando en masa para que al espectador se le escape la lagrimita. Al final, desde la emoción fácil, nos alejamos de la razón y el sentimiento más elaborado, y nos sentimos todos unidos en el dolor y en la ¿solidaridad? con la familia olvidando nuestros históricos odios y diferencias de equipo. Me pregunto a quién beneficia toda esta representación. Además de a los medios. ¿De qué quieren que nos olvidemos? ¿En qué no quieren que pensemos?
Lo que está claro es que la realidad ha superado la ficción que preconizaba Almodóvar en KiKa...
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