jueves, 30 de agosto de 2007

Frívolos

Este verano nos hemos convertido en unos frívolos. No sé si el proceso de inmersión en la frivolidad ha sido gradual o lo hemos hecho de forma brusca, el caso es que la supuesta ausencia de noticias que conlleva el periodo estival (que yo no termino de creerme) ha llevado a los medios a construirnos una realidad paralela que, de tanto verla, oírla y leerla en televisión, en la radio y en los periódicos, a acabado por parecernos normal y lo que es peor, la estamos haciendo nuestra. Los sucesos han sustituido a la política, nada como un terremoto, un incendio o una inundación para llenar minutos de imágenes espectaculares de devastación y que en una semana habremos olvidado por completo. En los días posteriores a la catástrofe interesará muchísimo la reconstrucción de lo quemado, inundado o desmoronado, pero en un mes nadie se preocupará por seguir si los fondos enviados se emplearon bien o si existe
algún proyecto a medio a largo plazo más allá de cubrir las necesidades urgentes. Nos interesa oír cómo va creciendo el número de muertos en el hogar, en la carretera o en Irak, pero desde un afán puramente estadístico que nos han trasladado nuestros políticos. Los periodistas sensacionalistas están perdiendo todo resto de pudor, si es que les quedaba algo, y se diluyen las diferencias entre los telediarios de los distintos medios, y estos y los programas "del corazón" cada vez son más una misma cosa. Ya nadie se detiene a la hora de obtener una declaración de un vecino, de cualquiera que pasara por allí, y hasta del perro, por qué no. Y si es posible vamos a sacarle unas palabras a la víctima, al asesino, al protagonista. Por supuesto se ensañarán más con los más indefensos. Todavía recuerdo con vergüenza las declaraciones arrancadas en el portal de su casa a la madre analfabeta que se fue de copas y dejó a su bebé olvidado, intentando justificar ante España su comportamiento en el telediario de la primera. En esta carrera por llenar minutos de pantalla no importará por qué alguien es famoso, si sabe o no de lo que habla o tiene alguna autoridad moral para pronunciarse, la agresividad o el grado de mal gusto con el que se exprese... Pasaremos de los muertos a la tomatina y del campesino que ve cómo se están quemando sus tierras al último desnudo o polvo robado. Al final, lo importante es quedarse siempre en la superficie, igualando todo y transformándolo en anécdota, lo que nos permite saltar de un tema a otro sin la más mínima implicación, covirtiendo miserias, desgracias y chascarrillos en puro entretenimiento.

El suceso del futbolista fallecido en Sevilla y la manera en que los medios lo han gestionado ha terminado de dejarme estupefacto. De la noche a la mañana se ha construido un héroe nacional y casi un mito. Hace unas décadas eran necesarios años para construir un mito a partir de un actor de cine o un cantante muerto en accidente de tráfico o a causa de una sobredosis. Sin embargo hoy en 4 días de agonía da tiempo a construir escenarios donde albergar homenajes y programar funerales casi de estado para el héroe. El día que perdemos a uno de nuestros grandes escritores tras una premiada y prolífica carrera España llora a un jovencísimo deportista que ha fallecido fortuitamente. Y el llanto es real. Esta catarsis colectiva se contagia fácilmente, basta con ver cinco minutos de imágenes de una ciudad coreando lemas futbolísticos o llorando en masa para que al espectador se le escape la lagrimita. Al final, desde la emoción fácil, nos alejamos de la razón y el sentimiento más elaborado, y nos sentimos todos unidos en el dolor y en la ¿solidaridad? con la familia olvidando nuestros históricos odios y diferencias de equipo. Me pregunto a quién beneficia toda esta representación. Además de a los medios. ¿De qué quieren que nos olvidemos? ¿En qué no quieren que pensemos?

Lo que está claro es que la realidad ha superado la ficción que preconizaba Almodóvar en KiKa...

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martes, 28 de agosto de 2007

La tristeza durará siempre



Sobrecogido todavía por la huella que dejó Van Gogh en sus dos últimos meses de vida plasmada en las pinturas de Auvers-sur-Oise en 1890 (y de la que podéis visitar en el Museo Thyssen una interesante muestra), y por esas últimas palabras pronunciadas antes de morir después de haberse disparado: “La tristeza durará siempre”.

Nos empeñamos cada día en alejar la tristeza y la soledad de nuestras vidas como si ello fuera posible. Sin embargo es como el poso del café: ahí abajo, si nos atrevemos a mirar, anida ese fondo de profunda tristeza y extrema soledad que nos acompañará siempre. Tristeza que alimentan las inevitables pérdidas y los ineludibles sufrimientos que nos causan los seres amados (o no tan amados). Soledad que conseguimos alejar sólo momentáneamente y que permanecerá hasta el final. La mayor fortuna es despertar cada día con alguien que nos hace reír y sonreír, que nos ha acostumbrado a sentirnos acompañados, y sin embargo, a la vuelta de la esquina siempre acecha la terrible pregunta: ¿durante cuánto tiempo? Esta reflexión no me lleva a disfrutar menos del presente y de los regalos con los que la vida me agasaja. Sin embargo no quiero engañarme. No soy el primero ni el último en ser consciente de ello. Van Gogh, a través de esos campos de trigo, y esos bosques o jardines que a otros podían haberles evocado libertad o serenidad, plasmó ese tormento y esa prisión interior desde la que cualquier otro ser humano era percibido como inalcanzable, donde los espacios abiertos sugieren la extensión inabarcable de esa soledad infinita, para la que no hay límites ni huida posible, porque la llevamos dentro.



El único antídoto me lo sugieren las palabras de Natalia Ginzburg, que después de haber vivido una guerra y haberlo contado sabía bien de lo que hablaba.

"Y transcurrió algún tiempo antes de que cada uno volviese a tomar sobre sus hombros el propio trabajo y aceptase su peso, la fatiga cotidiana y su cotidiana soledad, que es el único medio que tenemos de participar en la vida del prójimo, perdido y oprimido en una soledad igual"

Natalia Ginzburg
Léxico Familiar


Para más información sobre las pinturas de Auvers-sur-Oise (1890) podéis visitar la Exposición de Van Gogh en el Museo Thyssen (hasta el 16 de septiembre de 2007)o la web del Museo Van Gogh de Ámsterdam.

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jueves, 16 de agosto de 2007

Puertas al campo


Kareem Amer y Abdul-Moneim Mahmoud son dos jóvenes blogueros residentes en
Egipto que han visto coartada su libertad de expresión cuando se han atrevido a denunciar los abusos cometidos en su país. En concreto, el primero de ellos denunció las derivas autoritarias del gobierno y criticaba a las más altas instituciones religiosas del país, y en particular a la universidad sunnita Al-Azhar, en la que estudiaba derecho, y fue detenido el 6 de noviembre de 2006 y condenado en febrero de 2007 a tres años de cárcel por "incitar al odio del Islam", y a un año por "insultar" al presidente egipcio. El segundo, fue detenido el 14 de abril de 2007 y está oficialmente acusado de pertenencia a una "organización ilegal", los Hermanos Musulmanes, aunque parece que en realidad su detención está relacionada con los textos y fotos que ha publicado en línea, y con su trabajo de denuncia de las torturas cometidas por los servicios de seguridad.

Escribir un post, algo que para nosotros se ha convertido en algo tan cotidiano, fácil y natural, para algunos supone el riesgo de ir a la cárcel, y lo que ello puede suponer en países de los cuales nos llegan noticias de que con frecuencia se cometen abusos contra personas detenidas o encarceladas. Estas supuestas democracias que encarcelan a quien dice lo que piensa no son tan excepcionales, pero desde este otro lado, los que supuestamente gozamos de libertad, tenemos la oportunidad de dar voz a quienes la han perdido y denunciar públicamente a los responsables. La red
se ha convertido en una plataforma para todos, ricos o pobres, afortunados o desheredados, poderosos o humildes... La red está cambiando el mundo y todavía no conocemos el alcance de este cambio. Pretender acallar las conciencias y desconectar los teclados será como poner puertas al campo.

Podéis manifestar vuestro apoyo a través del siguiente enlace en la web de Reporteros sin Fronteras.

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jueves, 2 de agosto de 2007

Besos literarios (I)


- Sigue hablando, por favor- pidió Fusako, y entonces él supo que estaría bien besarla. El suave e inflamado juego de sus labios cambiaba levemente en cada contacto, en cada apretado intermedio, mientras recodo a recodo se derramaban mutuamente llenos de luz, hilando en una sola fibra luminosa toda la suavidad y toda la dulzura. Los hombros bajo sus ásperas manos eran ahora más reales que cualquier sueño.

Como un insecto que plegara sus alas, Fusako bajó sus largas pestañas. Ryuji pensó que aquella felicidad era capaz de volver loco a cualquier hombre. Era una felicidad que se resistía a ser descrita. Al principio, el aliento de Fusako parecía remontarse desde algún lugar del pecho, pero su olor y calor fueron cambiando gradualmente hasta que Ryuji llegó a pensar que le nacía de algún abismo insondable de sí misma. El fuego que inflamaba su aliento era también distinto.

Se aferraron uno a otro, confrontándose con frenéticos y torpes movimientos, como fieras que en la selva embisten contra un cerco de fuego. Los labios de Fusako se dulcificaron y se hicieron más suaves; Ryuji habría muerto dichoso en aquel mismo momento, y sólo advirtió que eran dos cuerpos sólidos y distintos cuando riendo para sí, sintió que los extremos de sus dos narices se rozaban.

(...)

El largo beso los sumergió en íntimas y sensuales oleadas. Fusako sólo fue consciente de la partida del día próximo. Acariciando las mejillas de Ryuji, las calientes superficies de laca de su rostro afeitado, aspirando el olor de la carne que ascendía de su agitado pecho, Fusako sintió que cada nervio del cuerpo del marino le gritaba su adiós. El apretado, furioso abrazo de Ryuji expresaba su deseo desesperado de afirmar que ella era real y que en verdad estaba con él.

Para Ryuji el beso era la muerte, la misma muerte en el amor con que siempre había soñado. La suavidad de sus labios; su boca, tan roja en la oscuridad que él podía verla con los ojos cerrados, tan infinitamente húmeda como un mar tibio de coral; su infatigable lengua estremeciéndose como hierba marina... En el oscuro delirio de estas cosas había algo directamente ligado a la muerte. Era perfectamente consciente de que habría de abandonarla al día siguiente, pero estaba dispuesto a morir gustosamente por ella. La muerte despertó en su interior y se agitó.


Yukio Mishima
El marino que perdió la gracia del mar

Estos dos besos magistralmente descritos por Mishima, entre otros pasajes del libro, me han devuelto a esa experiencia adolescente de dejarse conmover por una obra literaria característica de cuando uno está empezando a descubrir la literatura con mayúsculas. Mi reciente convicción de no perder el tiempo con autores que no tengan un mínimo de calidad, me ha devuelto a Mishima, de quien ya había leído alguna obra, y que para mí suponía un valor seguro. El japonés escribió este libro en 1963, y consiguió imprimirle un ritmo que a mí personalmente me está subyugando a través de unos personajes que oscilan de la aparente insensibilidad más absoluta a la conmoción sutil fruto de afiladas y escogidas palabras que como un dardo te atraviesan inesperadamente. Mishima se recrea en los besos para plasmar el encuentro más íntimo ente dos personajes que hasta hace nada eran dos extraños, dos soledades que al encontrarse y levantar sus barreras se encuentran con emociones tan intensas que les acercan los abismos de la muerte y la nada. Aunque Bataille ya se anticipó relacionando la muerte y el erotismo, la idea de conectar el beso con la conciencia de la muerte me parece aún más atrevida, el beso es el todo y la nada, es la plenitud y la pérdida... antes del orgasmo está el beso, con él perdemos momentáneamente la conciencia de la existencia, se altera la noción del paso del tiempo, y rozamos fugazmente la felicidad, la plenitud, la identificación con el otro.

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