lunes, 14 de enero de 2008

Último día + 1



El día en que yo no esté seguirán circulando los coches por las avenidas, las nubes seguirán su viaje hacia el mar y girará la tierra una vez más sobre su eje. Pero ya no habrá sombra estrecha ni alargada, y en su lugar habrá un hueco en unas sábanas, unas manos frías, una pantalla en blanco y un espejo sin reflejo. Preguntarán por mí o me añorarán, trivializarán sobre la pérdida o manifestarán su dolor, pero yo no lo sabré. Mi ausencia encontrará otras ausencias y se fundirá con los recuerdos que se están perdiendo en este instante en que escribo, y mi materia dejará paso a un vacío irreemplazable. La inimaginable ausencia de observador será una realidad y el mundo será otro como es otro cada día que pasa a ser historia. Tus ojos no podrán quedar suspendidos frente a los míos ni tu abrazo rodearme, y tampoco mis brazos enamorados podrán abrigarte y transmitirte calor. Ese día mi sangre no arderá, mis materia no vibrará al verte y mis palabras no volarán hasta ti.

sábado, 12 de enero de 2008

El secreto del éxito



Me encontré en el metro con un grupo de porteños que tocaban música inspirada en tangos y otras melodías de allá con un toque joven y vitalista que contradecía el propio concepto de tango. No en vano ninguno de los tres superaría los veinte años. Es verdad que su atractivo físico y la forma enérgica y cálida en que abrazaban el bandoneón o la guitarra o golpeaban el bongo me invitaron a mirarlos y a degustar su entusiasmo que inundó el vagón en día de lluvia. Animaron a todos a hacer frente a la tarde hostil lanzando la propuesta, para cuando llegáramos a casa, de meternos en la cama y visionar cualquier trilogía cinematográfica al uso, y se metieron en el bolsillo a locales y visitantes sembrando sonrisas en las caras de día gris de los viajeros. Pero no era la calidad de la música, no era sólo su juvenil belleza, lo que me trastornó o travistió el ánimo. Fue la cara que le echaron a la vida para vendernos su nada y hacernos ricos a todos en siete minutos. Fue su aparente confianza y su fuerza lo que nos secó los cabellos y nos calentó las mejillas, lo que me hizo imaginar un futuro mejor, lo que me descubrió el secreto del éxito.

Foto: Raúl Oscar Gallego

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