Los pliegues del deseo
Este deseo ubicuo y permanente que nos arrastra y nos lanza a los unos contra los otros sigue siendo afortunadamente un enigma. A la vuelta de la esquina es una mirada la que nos ha conquistado, una mirada insignificante, discreta, que podía haber pasado desapercibida y sin embargo traspasadas las barreras que imponía la distancia se rebela intensa, poderosa, ibérica, sólida.
Al final no son los cuerpos los que nos atraen, son las personas. La atracción basada en el cuerpo es efímera, fast food, se agota en sí misma, con frecuencia es más autoafirmación que acercamiento, es narciso frente al espejo, es fuego y agua. Es reflejo. La atracción basada en la persona es la que verdaderamente nos sacude atravesándonos de arriba abajo como un rayo. Desea poseer y ser poseída. Desea descubrir el misterio inalcanzable que hay en el otro. Desea ser realidad y utopía. No descansa. Se convierte en obsesión, en sueño, en pesadilla. Se materializa y no se esfuma. Nos llena de vida y nos agota a un tiempo.