domingo, 8 de junio de 2008

Amor-Deseo (II)


Esa noche parecía que nunca iba a acabar. Yo no me soltaba de los brazos de Gerard más que para volver a ellos, como un nadador que sale del agua y vuelve a zambullirse sin cesar. Descubrí el océano de sus caricias, la creciente marejadilla del placer, las oscuras profundidades del descanso; detuvimos el tiempo en el espacio de una noche; nos amamos como si fuera demasiado tarde, aunque es algo propio del amor hacer constantemente gestos finales. A mi condición de hombre le faltaba un lenguaje más grande que el de las palabras y el de las caricias.
Eric Jourdan, Los ángeles caídos.


Sobrecogido todavía tras acabar la lectura de esta obra imprescindible, desconocida para mí hasta hace una semana, me ha quedado un nudo en el pecho tras pasar la última página. Esta historia que lleva la pasión hasta sus últimas consecuencias, explora los límites de ese amor que se aloja más allá de lo razonable y lo racional, ese amor digamos “puro” de los 17 años que no responde a ninguna explicación y no necesita a nada ni a nadie más que al ser amado. El concepto radical de amor de su autor y la absoluta libertad con lo que lo concibe más allá de la moral y las convenciones sorprenden y provocan aún hoy día, y cuesta concebir cómo pudo ser escrita esta historia en los años cincuenta. Las flechas que dispara a lo largo de los capítulos que guardan los relatos de sus dos protagonistas apuntan directamente a ese lugar en nuestro interior donde residen las pasiones, los deseos inconfesables, el amor con mayúsculas, el que esclaviza y el que libera, el que enajena y el que enriquece, el que nos destruye y el que nos despierta, el que nos hace sentir vivos y nos sacude, el que hoy nos muestra nuestro verdadero yo y nos hace ser más nosotros mismos y mañana nos convierte en desconocidos ante nosotros mismos. Esa fuerza que creemos controlada pero que despierta cuando menos lo esperábamos es parte de nuestra naturaleza y también de nuestra cultura, esa fuerza se oculta o se muestra en cada uno de nosotros nosotros, y más nos vale estar a bien con ella.

Fotografía: Herbert List
Enlace a reseña de "Los ángeles caídos" (ver página 24)

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2 comentarios:

A las lunes, junio 09, 2008 11:23:00 p. m. , Anonymous Anónimo ha dicho...

UFFF! en estos días me cuesta leer este tipo de contenidos sin perderme aunque sea "un poquito", hay películas que me "convulsionan y movilizan" todavía más de lo normal, estoy sientiendo la música con una intensidad descomunal y para cada momento necesito una banda sonora diferente, me he reencontrado con viejas melodías y encima ayer estuve en el mar ... Así de sensible, vulnerable, cambiante, y caótica ... y me esfuerzo por ser libre, por desatarme y vivir más allá de lo razonable, racional y convencional.... y lo logro por momentos y son instantes maravillosos.
Bueno, ya sabes, me encanta lo que escribes, apuntaré esta lectura no para ahora, no podría con ella, sino para cuando aparezca el invierno y enfríe mi brillante primavera....
BET

 
A las viernes, junio 13, 2008 2:12:00 p. m. , Blogger Capri c'est fini ha dicho...

Hummmm existe el amor absolutamente puro? no sé yo ni siquiera con 17 años. Los amores adolescentes son los más posesivos, quizá por la falta de aplomo de los enamoradizos. Puedo que a esa edad aún no se haya perdido la fe en el amor, pero no por pureza sino por inexperiencia. No conocía el libro, pero tiene buena pinta. Un saludo.

 

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