lunes, 17 de diciembre de 2007

Yo soy un pez



Yo soy un pez, un pez
que va por el jardín,
tan libre como un árbol.
Y soy también un árbol,
que tiene sus raíces
en el cielo,
como un pájaro.
Soy un pájaro, un pájaro,
y son míos los cielos
las aguas y la tierra.
¿Por qué, si soy un pez,
un pájaro y un árbol,
la angustia de ser hombre
hace que todo
me resulte, de pronto,
tan extraño?

José Corredor-Matheos

Pasan los días y vas atravesando nuevas etapas. Los nudos se deshacen y se enredan de nuevo una y otra vez y es la vida que nos va cubriendo de sucesivas capas de ilusiones y agobios. Los estratos se van así sobreponiendo y a veces sufren plegamientos. Es necesario de vez en cuando hacer prospecciones y saber qué había debajo de todo lo demás. Cuál es el motor, cuáles las angustias más primarias, dónde el horizonte, no perder las referencias últimas.

En medio de este caos estelar hay cimientos sólidos. En medio del viento los cabellos ondean bien sujetos a la piel. El frío nos hiela el pensamiento y contrae nuestros músculos, pero debajo, la sangre sigue fluyendo bien caliente.

Sidarta de Hesse y este recién descubierto Corredor-Matheos me van acompañando en mi viaje iniciático y es una suerte redescubrir a un tiempo los principios, los miedos a lo desconocido, los afectos imperecederos.

domingo, 2 de diciembre de 2007

Nudos



La vida es una sucesión de nudos que nos enredan y a veces nos asfixian. Buscando la manera de desenmarañar la confusión, la tela de araña nos envuelve y nos fija frente a una idea, una proyección de futuro o una posibilidad de elección. Que el camino se hace al andar ya lo dijo el poeta, pero no nos avisaron de que a veces cada nuevo paso es como un parto que se complica aún más que el anterior. Que la vida no es fácil ya lo sabía, que es corta, ya lo voy descubriendo, y que esconde sorpresas y espesuras a la vuelta de cada esquina cuando menos las esperas es la lección que toca ahora. Voy separando las cuerdas para que aunque el nudo permanezca corra el aire entre las fibras ásperas y deshilachadas. Que el sol las ilumine y las seque, que se aireen y se entrecrucen a su gusto, y seamos nudo y después nos veamos siendo más que el nudo y seamos también eternos aprendices.

sábado, 1 de diciembre de 2007

Impaciencia



La tempestad ha bendecido mis despertares marítimos.
Más ligero que un corcho he bailado sobre las olas
a las que llaman rodadoras eternas de víctimas,
¡diez noches, sin añorar el ojo memo de los faros!
Rimbaud, El barco ebrio

Quienes agotan nuestra paciencia conviven a veces junto a nosotros. Conocen nuestros límites y saben cómo aproximarnos a ellos. Despiertan la ira dormida y nos hacen estallar. Otros se aprovechan de su posición de poder para provocar sabiendo que una respuesta proporcional tendría un coste demasiado alto para el subordinado. Y los hay que siembran la semilla de la inquietud sabiéndose a cubierto de cualquier reacción indecorosa. La tormenta exterior e interior te sacude y no sabes por qué flotas, pero el hecho es que flotas.

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